the one that got away (o sea "el que se escapó")

 Para fines prácticos de esto voy a usar el nombre de Ema aunque no se llama así ni tiene parecido ni nada en absoluto. Sólo es para nombrarlo de alguna manera, aunque saben qué, nombrar las cosas las humaniza y yo lo último que quiero es darle una forma humana para que me siga atormentando. Si uso su nombre real, seguramente le daré más fuerza a su fantasma. ¿Y si uso uno falso? Ya veremos.

Una siempre cree que superó algo cuando pasa el tiempo y dejas de pensar en ello porque tu vida se vuelve caótica o se llena de otras cosas. Parece que todo está bien, quizás ni siquiera fue una situación para tanto desgaste y luego sueñas con esa persona, a la que tienes AÑOS de no ver y todo te retumba con fuerza. Como si hubiera sido ayer. Como si nunca hubieras pasado por el proceso de duelo, de superación. Como si todavía estuviera aquí, en carne viva.


¿Pero por dónde empezar a contarles esta historia? ¿Por dónde nos conocimos o por dónde empecé a perder la cabeza y fue demasiado tarde hacer algo?


Ema y yo técnicamente nos conocimos en la calle, un medio día de verano. Él iba con su mamá, yo iba con la mía. Caminábamos en contra sentido, cruzamos miradas y cuando pasamos, no pude evitar girar la cabeza: Algo en sus espectaculares ojos verdes me deslumbró. Para mi vergüenza él también había hecho lo mismo y nos volvimos a ver a los ojos. 

Retiré mi mirada y seguí caminando como si nada. Porque para mí aquella interacción no había significado nada. 

Teníamos quince años, y pocas semanas después nos topamos en la preparatoria. En el mismo salón, a unas bancas lejos.





Por cómo cuento todo parecerá una historia de amor, quizás algún romance efímero y quiero que sepan que ni yo misma sé lo que fue. ¿Una serie de anécdotas, de encuentros fortuitos? ¿Qué sentía yo por él, qué sentía él por mí?

No sé decir si éramos amigos. Yo creo que para considerar a alguien un amigo se debe tener cierta cercanía, intimidad emocional, conocimiento básico. 

No recuerdo cómo empezamos a platicar, me parece que se sentó cerca de mí y de vez en cuando me hacía comentarios sobre VARGAS LLOSA porque me veía leyendo en los recesos. Yo sólo sonreía y literalmente sacar ese nombre ya me hacía temer lo peor de él. A veces me cuestionaba cosas sobre la clase de inglés, porque sabía que era hábil en la materia. A veces nomás se me quedaba mirando sin decir nada importante ni elocuente.

A mí siempre me puso muy nerviosa: Su belleza me resultaba chocante, no porque la encontrara hegemónica, porque lo era, bastante. Sino porque el brillo en sus ojos parecía burlón, sus manos grandes eran suaves. Me tomaba por los pasillos, entre las bancas, de la cintura y me hacía bailar con él. Decía él: 

¿Qué te gusta bailar? Imagina que hay música.

Y bailábamos con el ruido de los compañeros caminando afuera del salón, con los chicos riendo en voz alta, con las chicas chismeando. 

Él tenía esta obsesión (no sé cómo más describirla, ¿Fijación? ¿Costumbre?) de acercarse mucho a mí cuando me hablaba. A una cercanía incómoda, apenas unos centímetros de separación entre nuestros cuerpos. Y como él era bastante más alto además se agachaba un poco, para quedar lo más cerca de mi cara con su cara. Para cualquier cosa:

¿Oye, ya supiste que la clase de química se canceló?

"Hey" en inglés como "oye", ¿No? Por eso dicen en las pelis "hey hey hey"

Oye, ¿Ya leíste a Vargas Llosa? Tiene un libro que se llama...




¿Alguna vez él y yo tuvimos alguna conversación profunda, directa, sincera, íntima?

No. Creo que no. 

Creo que las miradas, las caricias, el tiempo en silencio que estuvimos sentadxs unx al otrx, era todo lo que teníamos. Pero no fuera porque él no lo intentara. Yo me escondía. Le tenía tanto miedo, no sabía por qué:

Había algo muy dentro de mí que me decía que me alejara, que me iba a doler si dejaba que se me acercara. Yo estaba espantada por él, por la atracción física que ejercía sobre mí: Como si él fuera un imán al que yo estuviera atraída y cada vez que entraba a una habitación inevitablemente terminaba sintiendo esta tensión.

Pero él era muy popular, se hizo bastante popular al inicio de la escuela porque era guapo. Las chicas lo deseaban por sus ojazos verdes, sus facciones casi perfectas, su espíritu bien intencionado, hasta tierno diría yo. Todas estaban enamoradas de él por eso. Los chicos lo admiraban por tener tanto pegue, por ser buena onda, quizás no era el más brillante pero tampoco era un tonto. 

Yo no era popular, nunca lo he sido en el sentido estricto de la palabra. Soy más bien huraña, introvertida, excéntrica. Él era popular, buena onda, extrovertido.

¿Por qué sentía tanto interés en mí?

Hablarme para decir tonterías, mirarme tanto a los ojos. Siempre a los ojos, nunca a mi cabello, nunca a mi boca, nunca a mi cuerpo. Siempre a mis ojos. Como si intentara robarme el alma o algo.

El hecho de que sintiera que había un mundo entero que nos distanciaba me estresaba, en el sentido de que me sentía mal cada vez que cortaba nuestros bailes en el salón, o que me escondía de él en las fiestas. Que después de entablar cualquier conversación equis yo lo cortara con monosílabos y le hablara a alguien más o me fijara en mi libro o mi teléfono o fingiera que alguien me hablaba.

¿Por qué tenía tanto miedo?


Su séquito de enamoradas y de amigos populares me odiaron eventualmente. Podía sentir la saña con la que algunas de ellas y ellos se dirigían a mí, con burlas y risas. Como si yo fuera qué, una amenaza.

Una amenaza para qué o quién.



Cosas de la prepa, dirán ustedes. En ese mismo instante que sentía esta... locura por él, también estaba enamorándome de una amiga. Y pensaba "Lo que siento por él no es amor, porque se siente diferente a esto que siento por ella. Con ella me siento cómoda, tranquila, libre, escuchada... con él siento que estoy a un centímetro de caerme de la cuerda floja".

Él no era malo. No creo que lo haya sido. Eventualmente ese nivel de popularidad, sin embargo, se le fue a la cabeza, yo creo. Nuestras interacciones pasaron de ser amistosas y directas a ser de pasillo, saludos y ya. Pero las miradas y los tocamientos siguieron. 

Cuando yo estaba entre las bancas, en su camino, él me tomaba por la cintura, no para moverme sino como para sujetarse y él rodear mi cuerpo, siempre diciendo "con permiso..."

Y YA SÉ QUE SUENO A UNA LOCA, ¿OKAY? Pero esto es en serio: Desde la primera vez que me hizo algo así, empecé a vigilarlo para ver si era alguna costumbre que él tenía con las chicas o las personas en general. O si era algo que sólo hacía conmigo: ADiVINEN LA RESPUESTA.


EXACTO, EXACTO, EXACTO, sólo lo hacía conmigo.




¿Por qué hacía eso? Ojalá se lo hubiera preguntado.

Ojalá le hubiera preguntado todo lo que quería saber. Ojalá no hubiera sido una cobarde, ojalá hubiera... No sé, en este punto.

Prosigo:






La situación no mejoró en absoluto, sino que empeoró: Con todo esto del enamoramiento con mi amiga, él además se hizo de sus novias: Una chica de la clase, una de MIS AMIGAS (aunque propiamente no fueron novios), una chica de un grado más joven -cuando pasamos de semestres y todo eso-

Nuestra relación, si es que teníamos una, se hizo fría. Fría pero tensa. Cuando elegimos especialidad y él terminó en otro salón y otro grupo, fueron menos interacciones. Yo sentía la necesidad de buscarlo con la mirada en los eventos de la escuela, o a veces escuchaba con atención a mi amiga que hablaba de él. No me atrevía a decir nada sobre él, incluso con lo que ya les he contado, incluso cuando fue a un convivio que armé con algunas de mis amigas y amigos al final del primer semestre. Incluso cuando él estuvo en el mismo equipo de fútbol de mi ex noviecito de la secundaria. Incluso cuando en más ocasiones nos encontramos por las mismas calles porque resulta que él y mi abuela vivían en la misma colonia.

Fue todo... un suceso. Yo hacía mi vida, él hacía la suya. Nos saludábamos en los pasillos, él perseguía a su novia, yo perseguía a la chica que me gustaba. Nos mirábamos a la hora de la salida, desde extremos opuestos y después pasar el resto del día en silencio.

Para mí era normal. Una cosa equis de la adolescencia. 



Poco antes de graduarnos, mientras preparábamos un proyecto de historia para acabar con el semestre, un sábado a medio día se terminó mi horario. Con mi suéter de Come-galletas, con mis pantaloncillos a los tobillos, el cabello atado en una coleta, tomé mi mochila y salí de la escuela. Él me siguió, escuché su voz por el pasillo de la entrada.

Él estaba ahí por el mismo proyecto.

¿Por qué me siguió? Sólo él sabe.

¿Qué quería decirme en realidad? Sólo él sabe.

Cuando llegué a la entrada de la prepa, esperando ver el carro de mi papá, me quedé esperando, recargada en un pilar. Él se acercó, se acercó como siempre: Sin respetar mi espacio personal. Sus ojos se clavaron en los míos, yo no podía retroceder porque estaba contra un pilar. Estaba atrapada.

Él preguntó:

¿Ya te vas?





Me gustaba mucho su risa. Yo sé que mucha gente la consideraba "ruidosa" o hasta "excéntrica", a mí me gustaba. Era una risa contagiosa, genuinamente alegre, sin pretenciones. 

Me gustaban sus manos, tan grandes, bronceadas y suaves. Él sabía tocar la guitarra, a veces hasta cantaba un poco. Sus manos sobre las cuerdas me parecían mágicas, hipnóticas.

Me gustaba su cabello, un color misterioso entre el café tabaco con reflejos ocre. Grueso, ni rizado ni lacio, pero cuando se lo dejaba largo le nacían rizos alargados, preciosos.

Me gustaba su voz. Más que hablar sonaba a que acariciaba las palabras.

Pero no lo conocía. Sabía muy poco de él, apenas lo básico. Pero conocía bien lo que sentía cuando él me tocaba, piel con piel. O cuando me miraba con sus grandes ojos, o cuando decía mi nombre. O cuando lo veía cruzar la multitud de adolescentes malvados sólo para agacharse, ponerse al nivel de mi cara y decir alguna tontería.



Nos graduamos. Él se fue a otra ciudad a estudiar. Yo me dediqué a lo mío, conocí a Ingrid, a Karli, al mimors y toda la demás lista que ya bien han de conocer.

Soñé con él, mucho, los primeros tres meses después de dejar de verlo en la escuela. Pensé que estaba perdiendo la cabeza, pero no la perdí. No se me rompió el corazón de ninguna manera. Según yo lo dejé ir (¿De qué manera, como si alguna vez lo hubiera tenido?), hice mi duelo y me enamoré más, peor, otra vez.


La última vez que nos vimos fue en la misa del funeral de un maestro en común. Yo fui con mi hermana y otras amigas. Nos vimos en la iglesia, intercambiamos miradas. Cuando se terminó, él se acercó, me cubrió con sus brazos, me estrechó con una fuerza tan rica que casi tardé demasiado en soltarlo. Nuestro intercambio fue así:

Él: ¿Cómo estás?-

Yo: Bien, gracias.

Él: ¿Con quién viniste? Yo vine con Sol.




OBSESIONADO CON SABER CON QUIÉN FUI. Horas después me enteré que esa "Sol" era su novia de la carrera. Ok. Yo le dije que había ido con mi hermana y algunas amigas. Platicamos muy poco, como siempre. Ahora parecía que ninguno de los dos tenía mucho qué decir. Él iba con su novia, era el funeral de uno de nuestros maestros (uno increíblemente bueno, de los mejores que he tenido), yo iba con mi hermana. Deseé tomar. Karli y el mimors me esperaban en el teléfono. 

Nos despedimos.


Y eso fue todo.

Eventualmente mi mente lo olvidó, eso creo. Más cosas pasaron en mi vida y su recuerdo fue eclipsado por otro tipo de dolor, otra clase de amor. 

De ese último encuentro han pasado como 10 años. ¿Por qué sigo soñando con él, con esta magnitud de devastación?


¿Por qué, si hice todo lo que creí necesario para no salir con el corazón roto, me siento con el corazón roto? 

Él no pudo haber sido "el que se me escapó" porque para eso yo debería haber tenido la intención de retenerlo. Y de haberla tenido, ¿Lo habría logrado? ¿Sería feliz ahora? ¿Habríamos seguido juntxs?


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